Equipo de investigación
Area Protocolo, Ceremonial y Eventos Internacional
Instituto Europeo Campus Stellae
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La monarquía japonesa está viviendo una época crítica por el retiro de Masako intermintente de meses de la vida oficial, y por la crítica pública de Akishino a Naruhito, de haber culpado este último, también públicamente, de la depresión de su esposa a la rigidez que imponen los funcionarios de palacio y las presiones para concebir un heredero al trono.
Aunque Masako ha retomado ya sus compromisos oficiales, su previa reclusión y las divergencias llevadas hasta la escena pública por Akishino y Naruhito han evidenciado las tensiones en la familia.
“Todo lo que ocurre ahora tiene que ver con el problema del heredero”, una cuestión de extrema importancia para el sistema imperial, asegura Kenneth Ruoff, director de estudios japoneses en la Universidad del Estado de Portland (EE UU), autor de un libro sobre esta familia.
A Naruhito le sigue su hermano Akishino, quien, por carecer también de hijos varones, sería, teóricamente, sucedido por su ya anciano tío el príncipe Hitachi, hermano menor del emperador, y ése, a su vez, por el príncipe Mikasa, hermano del emperador Showa (Hirohito) y sus hijos.
En esa línea quedan excluidas, por su condición de mujer, Aiko y la princesa Sayako, única hermana de Naruhito, y el más joven vástago de los emperadores.
Aunque la pequeña Aiko sólo tiene tres años, el tiempo apremia para decidir si ella debe ser la sucesora de su padre porque a su edad es cuando tradicionalmente da comienzo la compleja educación de un heredero en el país del sol naciente. Es el momento de empezar a enseñarle la filosofía que rige en la familia imperial y prepararle para su futura labor, afirma el catedrático de la Universidad nipona de Keio Hidehiko Kasahara, experto en esta dinastía.
El tercer aniversario de Aiko reforzó el debate en la sociedad sobre la necesidad de efectuar cambios legales para permitirle acceder al trono, hecho que disminuiría además la enorme presión que sufre su madre, Masako, para dar un heredero al trono y que ha sido uno de los motivos de su estado depresivo y de aislamiento que dio por finalizado a comienzos de enero.
Masako ha vuelto a reanudar sus compromisos oficiales al aparecer en público en año nuevo, en que se sumó a la familia imperial en su saludo tras los cristales de un balcón a las decenas de miles de personas que, como cada año, se congregan con banderas de Japón ante el palacio para participar en el ritual en el que claman “¡Banzai!”, larga vida al emperador, y que se repite el día del cumpleaños de Akihito, las dos únicas ocasiones en que se permite al pueblo acceder a los aledaños de palacio.
Con la presión para dar a luz a un varón, el imparable reloj biológico en contra, sus 41 años y las dificultades que tuvo para concebir y llevar a buen fin los dos anteriores embarazos, del que sólo progresó el de Aiko, no es de extrañar que en diciembre de 2003 Masako tuviera que ser hospitalizada cinco días por padecer herpes zóster, una infección dolorosa originada por el estrés y el agotamiento.
Ese mismo año, Masako revelaba que estaba exhausta y que ello le impedía cumplir con sus compromisos oficiales. “Mi salud ha sufrido por la acumulación de fatiga mental y física”, por las dificultades que entraña comportarse como princesa, pese a que “desde que me casé he intentado hacerlo lo mejor posible bajo una gran presión en un ambiente poco familiar”.
En ese extremo incidió poco después su marido, que aprovechó su cumpleaños el pasado febrero para reclamar en rueda de prensa mayor comprensión hacia su esposa, de quien dijo que padecía “agotamiento acumulado de sus obligaciones imperiales y como madre, así como la constante presión para engendrar un hijo, que además sea varón”.
Masako, que habla seis idiomas, es hija de un ex viceministro de Exteriores y estudió en las universidades de Oxford (Reino Unido), Harvard (EE UU) y otras de alto nivel en Japón, no acompañó a su esposo en la primavera de 2004 a la boda del heredero de la corona española, Felipe de Borbón, pese a que los príncipes nipones tienen una especial vinculación con la familia real española, pues se conocieron en un concierto en Japón en honor de la infanta Elena en 1986, aunque pasaron cinco años hasta que reanudaron el contacto.
Naruhito volvió a ofrecer una rueda de prensa y expresó su oposición a la vida encorsetada de palacio.
Esta inesperada rebeldía obligó a esa poderosa institución a anunciar rápidamente que iba a “ocuparse más en hacer lo mejor para la princesa, pues tomamos muy en serio estas palabras”.
A la pareja heredera apenas se le ha permitido realizar viajes oficiales al extranjero en sus 11 años de matrimonio para representar a la familia imperial y, en definitiva, a Japón.
Algunos expertos en la casa imperial nipona creen que la princesa heredera preveía, cuando se casó, que podría ser embajadora honoraria de Japón en el mundo, posibilidad en la que ha incidido el influyente y conservador semanario japonés Shukan Bunshun al escribir que “si Masako pensaba que su papel era convertirse en diplomática, erró. Como princesa heredera, su obligación es la familia”.
Sin embargo, parece que la situación ha comenzado a cambiar de forma favorable para los príncipes herederos, a los que el Gobierno estudia enviar a Corea del Sur este año para una visita oficial.
Naruhito eligió a Masako de entre 300 candidatas, pese a que la casa imperial la consideró inapropiada pues era una mujer de carrera, una diplomática, y a que ella rechazó repetidamente las pretensiones del príncipe de hacerla su esposa.
Finalmente, tras una gran presión desde todos los ámbitos, aceptó y renunció así a su profesión y a un prometedor futuro profesional al casarse, en junio de 1993, con el heredero al trono japonés.
La evolución de la vida de Masako en los últimos años hace recordar a muchos a la infortunada Diana de Gales, y como ella, desde que hizo evidente su malestar, se ha ganado la simpatía del pueblo, que la ve como una mujer moderna con gran formación que es desaprovechada para hacer de ella una prisionera virtual de su principal deber dinástico, dar un varón al trono.
Las escasas ruedas de prensa de Naruhito, que como el resto de la familia imperial sólo las convoca con motivo de su cumpleaños o de viajes al extranjero, suenan cada vez más a gritos de auxilio para que le liberen a él, a su esposa y a su hija del yugo de una de las instituciones más conservadoras y secretistas del mundo.
Para el sociólogo Kawanishi, de la Universidad Gakugei de Tokio, “los funcionarios de palacio creen que la familia imperial debe ser un símbolo del antiguo Japón. Ésta es la razón por la que los miembros femeninos de la monarquía japonesa deben ser atentos con sus esposos y andar un par de pasos por detrás de ellos”.
Akishino arremetió contra Naruhito, también en una conferencia de prensa, por haber sugerido el príncipe heredero que era necesario revisar los deberes de la familia imperial para adaptarlos a los cambios que se han producido en el mundo.
“Me quedo corto si digo que sólo me sorprendió. También he sabido que no fue a mí sólo, dado que al emperador también le llamaron mucho la atención esas declaraciones”, dijo Akishino cuando criticó públicamente a Naruhito, la primera vez que ocurría esto entre miembros de la familia imperial, a lo que se añade que en Japón raramente se cuestiona la conducta de un primogénito, que en este caso es el príncipe heredero.
En opinión de Akisihino, Naruhito “tendría que haber consultado con el emperador antes de haber hablado ante la prensa”. En este tira y afloja entre los principales integrantes de la familia imperial también ha participado la emperatriz consorte Michiko, quien cuando cumplió 70 años el pasado octubre indicó que “debe ser la princesa heredera quien esté sufriendo el dolor mayor por su prolongado periodo de reposo”, lo que para algunos revela que cree que sólo su nuera es culpable de los problemas de salud que sufre.
Precisamente, cuando era princesa heredera, Michiko perdió la voz o simplemente se negó a hablar durante siete meses, hecho que, aunque no quedó aclarado, sí hizo evidente que cuando volvió a hacerlo ya no era la mujer que había sido antes de su boda, dando paso a una personalidad sombría.
Sólo después de la muerte de su suegra, la emperatriz consorte Nagako, en el año 2000, la prensa desveló que ella había sido la que había ejercido presión para someter a Michiko a la vida de palacio.
En esta disputa familiar, el emperador ha pedido al príncipe heredero que sea más explícito con sus demandas para ayudar así a responderlas adecuadamente, y ha hecho hincapié en que “es lamentable que nuestro respeto por la independencia del príncipe heredero y de la princesa heredera nos haya impedido tener conocimiento de estos problemas, pese a que la emperatriz y yo mismo hemos estado siempre dispuestos a ofrecer nuestro consejo”.
Para el emperador, que señaló estar confundido y dolorido por la controversia suscitada sobre Masako, sus dos hijos varones “no son necesariamente contradictorios” cuando Naruhito instó a que sean introducidos cambios en las obligaciones imperiales adecuados a la época actual y Akishino dijo que las responsabilidades oficiales deben ser aceptadas de forma “pasiva”, pues son parte del oficio.