Nuria Pereira Martínez
Directora
Área Protocolo, Ceremonial, Heráldica y Eventos
Instituto Europeo Campus Stellae
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La Educación Cortesana de Felipe II
Siguiendo la linea de estudio de la primera parte del master de protocolo y etiqueta internacional, así como el mismo modulo I, del Master de organización de eventos. Aquí os hago llegar el artíulo de la alumna Verónica Castro.
Durante el quinientos un componente esencial del ejercicio del poder radicaba en la dimensión de lo carismático. Y por tanto el príncipe debía ser instruido como uno de los actores principales de las fiestas cortesanas y las grandes solemnidades del reino. Felipe II no solo fue el rey del estricto gobierno y de la estricta fé, sino también de la estricta etiqueta, que regía todas y cada una de las facetas de su vida diaria.
La corte era una mezcla de servicio práctico, exaltación regia y control social de la nobleza. Este medio cortesano no se define solo por una etiqueta o una determinada organización interna, sino también por constituir una pequeña sociedad con su carácter autónomo y específico. Además la socialización cortesana de los príncipes desde la niñez garantizaba la supervivencia del sistema.
En el caso a estudiar se pueden fijar tres etapas de aprendizaje social de Felipe II, el espacio femenino a cargo de su madre (1524-1533) seguido de un espacio de transición (1533-1535) y por último un espacio plenamente masculino (1535-1546). El aprendizaje de la etiqueta y las formas de vida cortesanas se corresponden principalmente al periodo masculino y esta etiqueta era la de los Trastámara “a la manera de Castilla”. Los modales en la mesa, tanto en el comer como en el beber, la modulación cortesana del lenguaje, la elegancia del gesto y el porte. Así lo dictaba Alfonso X en sus leyes: “que los príncipes sean enseñados a no escuchar con la boca abierta a sus interlocutores, a andar apuestamente, ni muy incestos ni muy corvos, ni muy deprisa ni muy despacio, a no dejarse caer en la silla al sentarse, a vestir con estilo y riqueza, y a aderezar sus monturas de idéntico modo”.
De este modo, la manera de andar o el corte de pelo ( aclarar que : El pelo largo había sido desterrado del ideal de perfección de las élites cortesanas), eran solo parte de un todo más extenso que hacía referencia al cuerpo entero: la mirada, los movimientos de los labios, la barbilla erguida, la espalda recta, el movimiento de las brazos y los gestos de las manos, las reverencias, inclinaciones, besos y abrazos debían seguir las ordenanzas cortesanas. Incluso hacerlo con suficiente gracia para que no se vea forzado o artificioso (sprezzatura como decía Castiglione en “El Cortesano” de 1528).
Pero la imagen real distaba de la de un rey lujoso o caballeresco, era el rey oculto que apenas salía de sus despachos, muy poco dado al esfuerzo físico. Los retratistas de Corte le representaron siempre de riguroso negro, con una mirada fría y una actitud ausente que se buscaba de forma consciente. Era la creación del rey retirado, el poder invisible que se adaptaba perfectamente a su carácter introvertido, lleno de dudas y sospechas, con una terrible incapacidad para decidir.
Incluso su propia imagen se reconstruyó por completo, creándose una iconografía que duraría hasta Velázquez. Los escenarios se vaciarán casi por completo, dejando la mesa, el sillón o el papel en la mano como únicos símbolos del poder.
Y siguiendo el protocolo de la corte borgoñona, su postura corporal nunca aparecerá relajada. Destacarán sus famosos pies en compás (desde entonces símbolos de la realeza), así como un complejo y casi imperceptible retoque de su anatomía construidos por dos visiones distintas. El cuerpo hasta la cintura será visto de frente mientras que las piernas se verán desde un punto de vista más bajo, creando unas piernas alargadísimas que le daban una altura que jamás tuvo.
La imposición del estilo borgoñón, por parte de su padre Carlos V, fue intencionada para inculcar a los futuros súbditos la continuidad de la autoridad de los Valois y para asociar a su nombre el esplendor y el éxito de sus ancestros ducales. Carlos V, nació en Gante y educado en la Corte Holandesa borgoñona, se sentía fuertemente ligado a la etiqueta con la que había crecido y naturalmente deseaba ver como la gloria de Borgoña se reflejaba en su corte española. Era importante que su hijo castellano, destinado a gobernar los Países Bajos, compartiera su cultura cortesana. Además, los españoles compartían plenamente los ideales cortesanos de caballería típicamente borgoñones, la cruzada católica y la agresiva construcción de un imperio. Por lo tanto, al imponer la etiqueta borgoñona a su hijo en la corte de Valladolid, el emperador estaba realmente intentando manipular a la opinión política tanto como satisfacer su inclinación personal y fijar sus gustos. Pero Felipe II se sentía acorralado por este protocolo borgoñón y lo suavizará con el protocolo mucho más religioso y a la castellana.