Nuria Pereira Martínez
Directora
Área Protocolo, Ceremonial, Heráldica y Eventos
Instituto Europeo Campus Stellae
www.campus-stellae.com
Asesoramiento : 0034 + 981 522788
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LA DESPEDIDA
Una correcta despedida indica las buenas maneras de una persona y puede hacer mella en la imagen que ofrecemos. De tal forma es importante este gesto, que una mala despedida puede echar por tierra un acertado saludo y una agradable velada. Es la última imagen que se llevarán de nosotros y tendrá un gran peso en la valoración que nos hagan.
Si nos damos cuenta, las despedidas son en su mayoría iguales que los saludos, utilizando formulas como decir “buenos días”, dar la mano, dos besos, un abrazo... Y al igual que éstos, las despedidas son diferentes según las culturas. Vemos por ejemplo a los norteamericanos despedirse con mucha brevedad y sin embargo a los latinos alargar este gesto extendiéndolo más minutos de lo necesario.
Por eso, en todos los contactos internacionales que tengamos, debemos entender las demás culturas y adaptarnos a sus costumbres para no ofender a nadie ni sentirnos ofendidos.
Es una ventaja saber cuál es el momento idóneo para despedirnos. Elegirlo bien es una virtud y debemos tener mucho cuidado en no fallar. Alargar demasiado una visita sería muy descortés por nuestra parte y al contrario, irnos demasiado pronto de una fiesta, puede dar la impresión de aburrimiento o hastío.
Para saber cuándo debemos irnos sin faltar a la cortesía podemos fijarnos en gestos que nos lo indican. No lleguemos a la situación de que tengan que “insinuarnos” que ha llegado el momento de irnos. Esto puede arruinar la mejor de las fiestas y nuestra imagen. Si nuestros anfitriones denotan cansancio, miran los relojes, tienen silencios prolongados, llaman por teléfono o retiran la mesa y las bebidas, es un claro signo de que ya nos debíamos haber despedido. En este caso, lo correcto sería no alargar más la velada y marcharnos.
Para saber cuándo debemos irnos sin faltar a la cortesía podemos fijarnos en gestos que nos lo indican. No lleguemos a la situación de que tengan que “insinuarnos” que ha llegado el momento de irnos. Esto puede arruinar la mejor de las fiestas y nuestra imagen. Si nuestros anfitriones denotan cansancio, miran los relojes, tienen silencios prolongados, llaman por teléfono o retiran la mesa y las bebidas, es un claro signo de que ya nos debíamos haber despedido. En este caso, lo correcto sería no alargar más la velada y marcharnos.
Como ya hemos comentado, el apresurar nuestra marcha tampoco es un gesto muy conveniente. Nunca deberemos irnos inmediatamente después de una comida o cena, cortando una conversación interesante o una actividad que aún no haya acabado.
Si somos un poco observadores no tendremos ningún problema en interpretar las señales que pueden indicárnoslo. Aunque sin ninguna duda un buen momento es después de que algunos invitados hayan salido y siempre antes del último.
Cuando indicamos al anfitrión nuestra marcha, no debemos incitarle a que nos acompañe a la puerta, pero si él se ofrece nunca debemos rehusar este gesto de cortesía, y de camino a fuera podemos aprovechar para agradecerle la invitación.
Siempre tenemos que intentar despedirnos brevemente del grupo, pero sin interrumpir conversaciones, en especial si al evento asistiera alguna eminencia y está hablando con algún otro invitado, en este caso, marcharnos sin despedirnos de él.
Con los invitados que tan sólo sean conocidos, no debemos alargarlo más de lo necesario y sobre todo no forzar a situaciones como por ejemplo nuevos encuentros o intercambio de teléfonos. Si quisiéramos algo así, es más cortés y sincero hacerlo en el transcurso de la velada, con más naturalidad que en la despedida.
Hasta ahora hemos hablado desde el punto de vista de los asistentes, pero no nos olvidemos del anfitrión, quién también tiene el deber de crear una buena atmósfera, que los invitados no le vean cansado o aburrido, e intentar despedirse de todos y cada uno de ellos acompañándolos a la puerta.
Si seguimos estas sencillas pautas nuestro evento tiene muchas más posibilidades de finalizar siendo todo un éxito.
Máster en Protocolo y Gestión de Eventos
Si somos un poco observadores no tendremos ningún problema en interpretar las señales que pueden indicárnoslo. Aunque sin ninguna duda un buen momento es después de que algunos invitados hayan salido y siempre antes del último.
Cuando indicamos al anfitrión nuestra marcha, no debemos incitarle a que nos acompañe a la puerta, pero si él se ofrece nunca debemos rehusar este gesto de cortesía, y de camino a fuera podemos aprovechar para agradecerle la invitación.
Siempre tenemos que intentar despedirnos brevemente del grupo, pero sin interrumpir conversaciones, en especial si al evento asistiera alguna eminencia y está hablando con algún otro invitado, en este caso, marcharnos sin despedirnos de él.
Con los invitados que tan sólo sean conocidos, no debemos alargarlo más de lo necesario y sobre todo no forzar a situaciones como por ejemplo nuevos encuentros o intercambio de teléfonos. Si quisiéramos algo así, es más cortés y sincero hacerlo en el transcurso de la velada, con más naturalidad que en la despedida.
Hasta ahora hemos hablado desde el punto de vista de los asistentes, pero no nos olvidemos del anfitrión, quién también tiene el deber de crear una buena atmósfera, que los invitados no le vean cansado o aburrido, e intentar despedirse de todos y cada uno de ellos acompañándolos a la puerta.
Si seguimos estas sencillas pautas nuestro evento tiene muchas más posibilidades de finalizar siendo todo un éxito.
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